Poeta y dramaturgo español, nacido en El Puerto de Santa María
(Cádiz). Inicialmente se dedicó a la pintura. Se trasladó a Madrid con su
familia, y en 1924 se le concedió el Premio Nacional de Literatura por el
primer
libro que publicó, Marinero en tierra. Se trata de una obra de un refinado
popularismo donde universaliza el mar, que llega a convertirse en un mito.
Su surrealismo le lleva a introducir asuntos personales en el ámbito
de las cuestiones históricas, lo que supuso en él una inclinación hacia
el
anarquismo, como demuestra su elegía Con los zapatos puestos tengo que morir,
de
1930.
Desde el exilio Con su compañera, la también escritora María Teresa León,
se vio
obligado a exiliarse después de la derrota de la República en la Guerra Civil
española. Vivió en Argentina hasta 1962. A partir de ese año residió
en Roma, y no regresó a España hasta 1977; fue elegido diputado por la
provincia de Cádiz. El poeta recoge su vida durante los años de destierro en La
arboleda perdida (1959 y 1987).
Los poemas más estrictamente políticos inspirados por las
circunstancias, como las muy conocidas Coplas de Juan Panadero, de 1949,
y La primavera de los pueblos, de 1961. Entre
la producción de Alberti posterior a su regreso a España, cabe destacar el
libro de
carácter erótico Canciones para Altair, publicado en 1989. Ha recibido muchos
premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Lenin de la Paz, en 1966, y el
Premio Cervantes, en 1983. El 28 de octubre de 1999 falleció Rafael
Alberti, el último exponente de la generación del 27 y figura clave de la
poesía española de todos los tiempos. Un paro cardiorrespiratorio fue la
causa de su muerte, cuando se
encontraba en su casa del Puerto de Santa María, en Cádiz, en la misma
ciudad que le vio nacer hace 96 años.
Por expreso deseo del poeta, sus restos mortales fueron incinerados y
sus cenizas serán devueltas a las aguas de la Bahía de Cádiz, a la que tan
estrechamente vinculadas han estado su vida y su obra. En el Puerto de
Santa María, localidad de la que era además alcalde honorario, se
declararon
tres días de luto y se le rindió un homenaje popular.
SALAS DE LOS INFANTES (PREGÓN DEL AMANECER)
¡Arriba, trabajadores
madrugadores!
¡En una mulita parda
baja la aurora a la plaza
el aura de los clamores,
trabajadores!
¡Toquen el cuerno los cazadores;
hinquen el hacha los leñadores;
a los pinares el ganadico,
pastores!
EL ÁNGEL AVARO
Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
—Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.
GABRIEL CELAYA
(Seudónimo de Rafael Múgica
Celaya; Hernani, 1911 - Madrid, 1991) Poeta español, uno de los más
representativos de la poesía social de los cincuenta. Sus primeras
tentativas como poeta no fueron aceptadas en modo alguno por su familia, razón
por la cual eligió escribir con seudónimo. Con este nombre, pues, apareció su
primer libro de poemas: Marea del silencio (1935).
Su relación con su mujer,
Amparo Gastón, fue decisiva a lo largo de su vida. En más de una ocasión,
Celaya dijo de viva voz que todo cuanto era como poeta y persona a ella se lo
debía. Otro encuentro que influyó en la pareja de escritores fue el
conocimiento que trabaron con Jorge Semprún (a la sazón, Federico Sánchez), a
través del cual ingresaron en las filas del Partido Comunista. Esa militancia
llegó hasta el final de sus días y los marcó para siempre.
Su producción, adscrita a la
corriente de poesía social, es la expresión de experiencias colectivas, cargada
siempre de un propósito de denuncia para el cual recurre a un deliberado
prosaísmo. Autor muy prolífico, de casi un centenar de obras, encuentra su voz
propia -un decir sencillo y cordial, humano y prosaico- con los
libros Movimientos elementales(1947) y, sobre todo, con Tranquilamente
hablando(1947) y Las cosas como son (1949).
En los libros siguientes,
reclama y practica una poesía de protesta, instrumento de su compromiso
político; es, junto con Blas de Otero y Celso Emilio Ferreiro, uno de los
poetas más representativos de la poesía social de los cincuenta: Las
cartas boca arriba, de 1951, Lo demás es silencio (1952), Paz y
concierto(1953) Cantos iberos, de 1954, De claro en
claro(1956), Las resistencias del diamante (1957) yEpisodios nacionales,
de 1962.
A pesar de que en 1986 fue
galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas, los últimos años de
su vida transcurrieron entre penurias económicas que le llevaron a vender su
biblioteca a la Diputación Provincial de Guipúzcoa, y a que el Ministerio de
Cultura se hiciera cargo del coste de su estancia en el hospital en 1990.
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la
conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos
dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un
adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y
evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta
mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos
sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Gabriel Celaya.